lunes, mayo 25, 2009

Esquela Narrativa. Fragmento.

© Creasource

…tenía la vocecilla esa manipulándome, sosteniéndome desde cada una de sus implícitas órdenes. No era yo, no podría dañarme de esa manera, me convencía a mi mismo, mientras seguía implorando por algún oasis que desafiara la gravedad. El sol me miraba de frente. Pensé que nadie tenía mirada más soberbia que mi padre, al tiempo que encogía las piernas esperando algún puntapié en el resto de la mecha que me mantenía vivo. El goteo de mi cabeza entreabierta era evidente, aunque no recordaba nada de los últimos momentos de mi vida, ni como es que había llegado a este contexto tan angustioso. Tenia una herida que ardía, que saboteaba mi ojo derecho por la sangre que se vertía en el. Había sido golpeado y, aunque sentía un punzante ardor en mi costado, no quise investigar el anchor de esa llaga. Me preocupaba mi auto, mi cita sexual con la década de los veintes. Mi visita al baño de los polvos mágicos. Pero mi bravura era ya solo una mascara que no necesitaba mas.


Trague tierra, mordí el polvo, y no escarmenté en mi actitud. Tenía que librar esta prueba, decía. Y me creía parte ya de esta arena en la que languidecía y revolcaba, entendí que no sabía porque seguía arrastrándome cuando carecía ya del miedo a morir y no tenía sentido continuar. El aire rozo apenas la faz de mi benévola alma que era ya un eco que se extinguía entre los pliegues del unísono de aquel nombre que deletreé. Sería la última vez que saliera de mi boca seca. Yo amaba su espalda, los huequillos paralelos, sus pechos burbujientos y la espuma de Venus. Y con la imagen de sus ojos de flor que, ante mi luz marchitaron, me despedía de ella sin ningún reproche. Entonces deje de moverme. No quería reñir más con nada que no dependiera de mí el controlar. ¡Too late bitch! Dijo la indócil voz en mi cabeza.

Había olvidado la cita con mi progenitor y sentí vergüenza por el venenoso discurso que tenia planeado monologar. La verdad era que necesitaba su abrazo de oso polar, tenía tanta confusión ya en esos instantes.. Me vino esa imagen y derrame una helada lagrima, muy mojada, el antagonista de mi otro foco visual. Esta llego cuando el sol se dejó vencer por las nubes negras y comenzó a precipitarse el cielo y mi final. La bomba venia hacia mi ubicación y en la desesperación decidí recolectar mis momentos más felices. El tiempo era implacable, y me quedé con tres imágenes: el abrazo familiar del dosmilsiete, la llamada puntual de los amigos que me sabían en sus terruños cuando les visitaba, sentir la barba rasposa de mi padre en el abrazo más fuerte que me regaló. La voz dejo de murmurar, era un conteo en cuenta regresiva que se dignó a terminar. Y cedí. Cerré los ojos y me eleve sin temor.


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El rastro de sangre medía dos metros y medio y, fue ahí, donde entendió más que 58 años de errante ruta, hasta morir desangrado.” No más banquetes a la orilla de este precipicio” , pidió alguna vez para su esquela terminal.


ED-

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domingo, mayo 17, 2009

Mal trago.


Que te vaya bonito, dije. Ella esperaba replica, debate, premios y segundos lugares. Pero mi padre era telegrafista. Lo herede de el. Me refiero a la brevedad en la palabra y a la sustancia de la misma. ¡Que mas da! ¿Sustancioso o insustancial?, la mujer nunca terminara por aceptar ningún verbo que no le rellene sus obstinados huecos. Mas, mas¡ siempre mas¡. Su belleza marchita mis diálogos , excita mi pulso, me descose la piel y me hace el amor. No puedo luchar contra ese ejercito de placer. Me duele mirar el momento cuando algo se estrella. O se rompe.

Su paciencia contó diez o doce segundos de mi silencio, me miró, entreabrió los labios y se fue. La perfección de su desplante arrodillo la torpeza de mi certeza mas machista. Indefinidamente. Eso duele en el hígado, en la grieta del orgullo, y es ahí, con ese licuado de frustración donde quisiera poder hundir su cabeza bajo el agua unos minutos. Pero es solo el karma instantáneo del desprecio, un rebote que no se evita. Se habita, en uno.

Quiero ser un gorrión que se estrelle y desintegre frente al sol. Y no hacerte ningún daño. Pero esto es lo que hay:

No nos necesitamos más. A lo interminable hay que decirle que no le requerimos. Si te intentara olvidar entonces quedaría tuerto, y yo ya no me meto en problemas. Te disequé, como ya lo había explicado antes, y no me ocuparé en resanar. Todos merecemos envejecer. O perecer. Los deseos infinitos no me nacen de raíz así que solo se me ocurre anhelar que gimas hondo, que gimas fuerte y el cielo se estremezca junto a ti.




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ESTRANGED-

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martes, mayo 12, 2009

Efectos especiales.

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EFECTOS ESPECIALES
by ESTRANGED.


Chaz¡

Apareció una idea, este tipo era un diamante en bruto, a veces menos diamante que otras, pero es que la palabra gestación se activaba en su mente con tronar los dedos. Tuvo una visión que, según sus cálculos, le bastarían para alcanzar la Gloria, la había deseado desde tiempos lejanos, había tenido ya algunas teorías pero en esta ocasión tenia la mente clara y los puños impetuosos, la formula que conduciría todo el plan lejos del desastre o siniestros. Leia a escondidas conjeturas pasadas y a veces sentía que su pecho bombeaba como nunca antes.
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Llegar a tener una certeza le había costado naufragios y destierros desde su mismo eje, perderse en el mapa mental que uno mismo traza debe ser muy desabrido. Después de la tercera guerra mundial nada ni nadie tenia la libertad del sentimentalismo o de mentalizarse en metas de gobiernos de democracias perfectas. Se robotizo el ambiente y las mentes de los comensales estaban sometidas. -A esto teníamos que llegar- dijo el dictador que todos avalaban con alevosía y ventaja. El amor nos había cuasi exterminado, el amor por ideologías imbéciles, repetía el dictador. Pero al fin amor. Las ventas de la perfección como la juventud eterna, viagra y la moda de diseñador habían sido enterradas. Eran considerados los herejes de la era moderna.

Es por eso que no se había tenido necesidad, nunca, de forzar la maquinaria de la improvisación pues se era libre mientras no intentaras más allá de nacer, reproducirte y morir. El arte era un tema de constante discusión en los foros internacionales que ahora eran agendados en Sudamérica, donde los pocos europeos sobrevivientes fueron recibidos con gentileza. Se discutía sobre el libre albedrío de la literatura en general, pero se peleaba por los temas que debían censurarse. Como hablar de tecnología en una obra literaria, de armamentismo, de –pelear- por los derechos de tiempos pasados, de sucumbir ante el amor “de las mariposas”.

Pero el revolucionario siempre aparecerá. Cuando el planeta tierra deje de existir y se hable de esta raza humana se hablará de este líder provocador como un cliché, como un mal necesario, como la célula de lo que representamos a lo largo de la historia; insatisfacción, perfección, poder. Y, por supuesto, de su antagonista favorito; el anti-lider que profesa la calamidad y las cortezas ensangrentadas. Real o metafóricamente hablando.

Pero el diamante no era turbulento, su periferia estaba rodeada por libretas clandestinas y planes del sabotaje interno, tales como la resistencia al olvido, aprehensión a terceros, masturbación mental. El nudo en la garganta. Tenia drogas sencillas; interpretación de letras o gestos, sugestión al cambio. Y el olor a tierra mojada. Destilaba poesía pero el concepto le era vago e intrascendente. Le escribía a una mujer clandestinamente. “Su retrato se cuela por mis muros, las cortinas se desgarran como persianas”, se decía a si mismo
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Cuando se atrevió a darle el trozo de papel directo a su mano vino la peor catástrofe; escalofríos. El pecado moderno peor visto. Le tomo fuerte el brazo y su resplandor le paralizo el bombeo de sangre a sus ideas, por sus venas zigzagueaba un incomodo vínculo que le tenia paralizado. La mujer sintió las mejillas rojas y huyo. Como en los viejos tiempos. Su gesticulación era desconocida para ella misma y el cosquilleo eléctrico hizo descuidar la mesura que debían demostrar los ciudadanos del último siglo. La autoridad en las calles le noto de inmediato y fue increpada. El diamante, ahora solo bruto, venia corriendo detrás y esta no tuvo remedio mas que delatarle.

Fueron tras el, bajaron escaleras, subieron edificios. En su maratón no pensaba quien venia detrás, sino, que le esperaba después. La ansiada gloria, el éxtasis de una inquietud embrutecedora. Le tomaron por la espalda y reacciono demasiado tarde, su cuerpo se torció al lado incorrecto de la libertad y cayó varios metros.
Lo importante no fue eso, fue caer de una altura aún incurable; la desilusión.


Crack, crack.
Fractura en el pecho.

Ahí supo que nunca más le alcanzaría.



Fin.