lunes, octubre 30, 2006

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Marcel Proust
Los placeres y los días (fragmento)

" Como la naturaleza, la inteligencia tiene sus espectáculos. Nunca las auroras, nunca los claros de luna que me han hecho delirar tan a menudo hasta las lágrimas, han sobrepasado para mí en apasionada ternura ese amplio incendio melancólico que durante los paseos del final del día, matiza tantas aguas en nuestra alma, que el sol cuando se pone, hace brillar en el mar. Entonces precipitamos nuestros pasos en la noche. Más que un jinete al que aturde y embriaga la velocidad creciente de un animal adorado, nos entregamos temblando de confianza y alegría a los pensamientos tumultuosos a los que, cuanto más los poseemos y los dirigimos, sentimos pertenecer cada vez más irresistiblemente. Es con emoción afectuosa que recordaremos el campo oscuro y saludaremos las encinas llenas de noche, como el campo solemne, como los testigos épicos del impulso que nos arrastra y que nos embriaga. Elevando los ojos al cielo, no podemos reconocer sin exaltación, en el intervalo de las nubes aún conmovidas por la despedida del sol, el reflejo misterioso de nuestros pensamientos: nos hundimos cada vez más rápido en el campo, y el perro que nos sigue, el caballo que nos lleva o el amigo que se ha callado, más aún, cuando a veces no hay ningún ser viviente a nuestro lado, la flor de nuestra solapa o el bastón que revolotea alegremente en nuestras manos febriles, reciben en miradas y en lágrimas el tributo melancólico de nuestro delirio. "



El Poder de la Palabra
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jueves, octubre 05, 2006


...Las cartas
.
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Nunca te gustó recibir
Las cartas que te enviaba.
Ahora tienes la clave
De lo que significaban.
.
.
Las vuelves a leer,
Las que no quemaste.
Las aprietas contra tus labios,
Mis páginas inquietantes.
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.
Te decía que hubo un diluvio.
Que no había quedado nada.
Te di mis señas.
Esperé tu llegada.
.
.
Tu historia era tan larga,
La trama tan intensa,
Tardaste años en cruzar
Las líneas de autodefensa.
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Aparecen las formas heridas:
la pérdida, con toda su crudeza;
y aquí la sencilla bondad,
la soledad de la fuerza. .
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Entras en mi habitación.
Te sientas a la mesa,
Empiezas la carta
Al siguiente que sea.
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L-COHEN
...Añeja cruz
de infladas dificultades que sigue
sosteniéndome el librito que lleva a la humedad,
y a devenir glorias míticas de apocalípticos desenlaces o
de amaneceres circunstanciales y, en exceso, explícitos.


Los aparto
pero soy ya un traslúcido ojeroso,
que tuerce la boca cuando es abordado
o desbordado por lo que no sabe replicar.
Como el beso, como la mano en la mejilla.
.
.
Vencer al abismo, me parece tan sensacionalista,.


Todos somos unos farsantes: sobrevivimos a los problemas.
Cioran.