martes, enero 23, 2007

Muerte natural.


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Aprendí a tergiversar cuando dejaron de conmoverme los personajes de Lynch, pues eran cadáveres tan vivos y llenos de imperfección que, al romperse el himen de la inocencia social, he visto humanos tan muertos y llenos de vísceras en topless que descubrir el fiasco del cielo prometido me provoco una discreta pero profunda herida en el iris teniendo, desde entonces, que cargar con esta gotera de papel . He guardado a rajatabla las vivencias que sentí cuando huía a la azotea a mirar la gente que paseaba sus mascotas, los autos del Cobain lagunero y los vergonzosos atuendos ochenteros. Me queda claro que antes –terminar- era correr, hacer apuntes, gritar, caer exhausto de –ser-.

No hoy. Sin más. Como si terminar fuera siempre como eyacular.


ed-