sábado, febrero 03, 2007

“Mi mujer cree firmemente que cometeré suicidio, también dice que no le amo mientras le toco la entrepierna esperando que se le moje la boca de algo que no sepa ya. Recuerdo que la quería por qué no hablaba en demasía.”

-Ve a casa a olvidar Dyego- , dijo Julia al subir los escalones a su casa.

Esa imagen la podría congelar cientos de veces, como si olvidar fuera meterse el dedo en la garganta y vomitar lo que la mano izquierda no puede confesarle a la copa adulterada de cobardía mental.

Julia me ayuda a identificar ese ruido que te distrae desde la grada, el cabo –no/suelto- que no podemos dejar en su capullo, charlamos del charlatán Venezolano que Bolivariza su discurso para deslizarse en su tobogán inmaculado de farsas verdades. Mientras hacíamos el juicio, nosotros mismos ya estábamos inmersos en nuestra propia cuesta de dramático resplandor.

Telegrafiarnos monosílabos en la corteza cerebral cuando queremos hablar sucio, el sofá es el motel perfecto para hablar de conquistas enjauladas por el temor de convertirse en un domesticado mas del planeta. Cuando mi hermana miente, juguetea con la bastilla de la primer prenda que intercepte, entonces siempre miente cuando habla de no estar enamorada. Todos mentimos cuando se habla de someterse a algo, supongo.

-para estar con alguien se debiera coincidir al menos en un punto democrático de lo que pensamos de la existencia, o de los motivos por existir- y , así, dentro de todas las diferencias de amargo sabor y en nuestras peleas mas opuestas, podríamos siempre regresar a ese punto donde nos cuadran las palmas de las manos, juntarnos los ombligos and fade away.
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Me-
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