jueves, julio 09, 2009

Nota roja.




El sonido era aturdidor y las lucecillas roji-azules colmaban mis pupilas dilatadas.. Desperté y ahí estaba ella, con sus pezones de obsidiana y su centro volcánico, marchito y desangrado. Ella fue víctima de si misma, de su boca, de su poca memoria y del desencanto que nunca dejo de auto-fomentarse, no fui yo, no fui yo.

-La mujer llamada Julia yacía muerta en una cama del motel Chelsea, con un hoyo en el pecho, o en el músculo que bombea sangre al cuerpo. El corazón. Su ejecutor vestía limpio, esperando por la autoridad, con fanfarronería y ecuanimidad en sus gestos.
Se sabía investigado y perseguido, era un asesino serial, un Robin Hood para si mismo o un demagogo social decían los periódicos y la politiquería. El tipo asesinaba drug dealers, “escoria humana”, gente que el designaba como –corrupta-. Y les pegaba dos tiros; en la frente y el pecho. Pero con Julia fue distinto, ella no tenía delitos viejos ni recientes, solo el haber sido pareja sentimental del asesino.

Estaba listo, todo era común en mi, profesionista, hipoteca, auto y era culpable. No tenía arrepentimiento alguno y mi sentencia nunca sería mas grande que el mensaje que le dejaría al mundo. No es arrogancia, es decepción, es protesta de nacer en este planeta y en esta época de miseria mental, de anemia humana.

-El interrogatorio estuvo lleno de monosílabos y elocuencia facial, solo una declaración de cuatro columnas:

“Solo recuerden que no son ustedes quienes me encierran o me matan, solo soy yo quien deja de perseguirlos.”

-Eso desde la aceptación de su culpa hasta que llegó el final; ¿por qué disparo en la cabeza a la “escoria” y en el pecho a la señorita?

-Levanto la mirada y el suspiro fue muy hondo, en ese instante sentí su aliento rebramar y acelerar, esperando por esa precisa pregunta y entonces respondió:

Es sencillo. Si disparas al vacío no puedes hacer ningún daño. Y fue lo que yo hice.

-La ingenuidad nos absuelve al equivocarnos. Pero el tenia razón-.
-Y yo mis ocho columnas.



ED-.


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El periodismo puede matar hasta un asesino poético.