miércoles, julio 01, 2009

Dedicado:

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Un buén amigo ha decidido tomar el camino al dark side. Casarse pues. Yo le dedico estas lineas extrañas de humor negro:


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Le pregunté al médico si había un término medio en el proceso, o que si era posible darle rewind a un par de órdenes que el aprendiz había hecho casi al instante. El tipo dejó las gafas en el escritorio y, aun de pie, me dijo: -No hay marcha atrás, esto es una ley no escrita y nadie que haya pasado por esa disciplina ha podido regresar. No al menos cabalmente- decía, mientras tomaba asiento y enternecía su mirada que antes era tensa y concentrada. Hice un puchero mientras se ahogaban dos preguntas más que tenía. Sentí que había perdido a un amigo, pero yo solo buscaba su equilibrio. Que sé yo.

Me levanté y Maximiliano esperaba una orden, su ímpetu y esa agilidad de reconocer que es hora de levantarse se habían esfumado. Al acercarme le tomé fuerte del cuello para darle un par de bofetadas y sentir ese ronroneo de furia en su mandíbula, pero el ya no era el. Sus ojos eran vidriosos, sin la llama que incendiaba su camino. Puse la correa solo por costumbre y me despedí del medico con un gesto derrotero. Salimos de la veterinaria directo al minisuper por los víveres que mi mujer me había anotado muy cívicamente en un trozo limpio y divinamente doblado y, además, resaltando con tinta roja –Compara precio en las cosas del perro y trae el mas barato-. Esta vez obedecí todo a la perfección pues quería evitarme el sermón nocturno de mi falta de atención en la cena.

- ¿Qué tenía el perro?- preguntó la institutriz aka mi esposa.

- Seguro se hace el enfermo para evitar el compromiso de depositar sus heces donde debe, ¿verdad? – dijo, mientras yo acomodaba el mandado y trataba de recordar cuantos años le dan a una persona por estrangular al prójimo.

- Hacía mucho que debiste haberlo entrenado, solo era un rebelde sin causa, también los animales maduran- Gracias a Dios ya no hará alboroto. Bla bla bla bla bla.

Me senté en el sofá mientras abría una cerveza y encendía la TV, el perro me emulaba y me miraba, como esperando mi orden para que pudiera ver el televisor también. Me despojo de los zapatos y en segundos me trae las pantuflas pero yo las desprecio. Lo pateo y gime, aguanta firme, talvez piense que sigue siendo parte del entrenamiento. Es inmutable al menos que yo juegue con el gato pues se encela.

Entonces supe que lo había convertido en mí: un animal domesticado.



FIN.