jueves, julio 13, 2006

ESPIRAL.


...

En la plaza de Buñuel, la del mimo José, es donde siempre tomo el autobús, a veces consumo hasta tres cigarrillos observando a la gente que camina como segundero y a los que parecen tener una o dos horas de ventaja. También idealizo y miro a los cabrones que piensan, seguramente, que sabotean al tiempo por el hecho de que la importancia de los horarios no les determina tener control sobre ellos ni el terror de necesitar llegar al estuche de la seguridad hogareña. Antes de irme, tendría que hablar de cómo todo el ambiente nos apunta al opuesto sentido del buen respirar, inhalamos el humo, la homofobia, la química orgánica. Ignorándola, la consumimos.

El ambiente nos amaga con el sutil revolver de las manecillas que no controlamos.

En casa, fuera y frente a la puerta, no se como entrar. Tal vez no quiera hacerlo hoy. A veces prefiero descansar en el cenicero que guardo en la bóveda de este costumbrismo en espiral, pero sin depender de esta distancia peatonal que mido con silencio, como bruma evaporándose…

“quizás pudiera, a través de él, recordar mi vida sin repugnancia, quizá un día, pensando precisamente en esta hora, en esta hora lúgubre en que espero, con la espalda agobiada, que llegue el momento de subir al tren, quizá sienta que el corazón me late mas rápidamente, y me diga: Fue aquel día, aquella hora cuando comenzó todo, y llegaré –en el pasado, solo en el pasado- a aceptarme. “

Termino La Nausea, subrayo, entiendo, me bebo, de la boca de la botella, una cercanía hacia el par de estribillos que me quedan o que me invento. Empino el embudo, de esos como esferas musicales con los que me endeudo cuando naufrago entre las sabanas, mientras sigo uniendo los puntos que me lleven hasta ti.